15.5.08

frantastico battiato

Italiano de Catania, Sicilia, y por tanto muy próximo al mundo musulmán, no es extraño que hallara su destino espiritual en el Sufismo, lo sagrado dentro de lo sagrado en el corazón mismo del Islam. Este moderno Nasrudin con caro traje oscuro y milanés retocado con camisa de ministro iraní ha sido definido como un “proletario del espíritu” y, como tal, él mismo se reconoce enemigo de las masas. “La masa es muy peligrosa cuando deviene una sola cosa y las ideas de uno no cuentan para nada", suele decir, como si fuera el mejor discípulo de Gustave Le Bon y pese a ser consciente de que su profesión necesita, paradójicamente, cuantos más clientes/aficionados, mejor. Pero hasta los sabios necesitan ganarse la vida.
Estamos hablando de un cantautor de verdad, de un místico que busca el cambio, la revolución real, que es la del espíritu, y no la pantomima de la revolución política por la que suspiran y berrean tantas medianías como ésas que en España, sin ir más lejos, hablan de la necesidad de la lucha de clases mientras disfrutan de un nivel de vida digno de Wall Street.
Franco Battiato ha acumulado muchos años de éxito y el único lujo que se da este artista verdaderamente europeo y políglota, músico increíble por lo culto y lo erudito, es el de la soledad. Vive en una enorme casona del siglo XVIII en la misma Catania “para no tener que encontrarme con nadie”. Allí se reúne consigo mismo “no porque me guste mi persona sino porque el silencio es mi condición natural” entendiendo el silencio como “lo sagrado del vivir”.
Claro que cree en la reencarnación (¿Qué místico de verdad podría conformarse con la idea materialista de los 70 ú 80 años de vida? Si hasta la Ciencia, de mala gana, reconoce que “nada se crea ni se destruye, simplemente se transforma”) y por ello no resulta extraño que confiese disponer de conciencia prenatal. Y suele decir dos cosas que me incitan a pensar que es cierto. Una: “cuando una energía concreta penetra en el feto que la mujer lleva dentro, es cuando empieza la vida humana, y yo recuerdo perfectamente mi entrada” (si las leyes y las religiones humanas comprendieran esta vieja enseñanza hermética, se acabaría la polémica sobre el aborto). Y dos: “creo recordar lo que fui en otras vidas pero no me importa demasiado; lo que me interesa es lo que soy hoy” (eso es sabiduría, lo demás es presentarse como candidato a ingresar en un psiquiátrico fingiendo ser Napoleón).
De puertas para afuera, es un artista simpático, un poco ganso, de nariz prominente y mirada despistada, minusvalorado por la mayor parte de la crítica pese a su larga carrera. De puertas para adentro, y nunca mejor dicho, hay que saborear sus canciones hasta digerirlas interiormente, y sólo entonces se revela su luz.
Desde la famosa Centro de Gravedad Permanente que habla de la búsqueda de la Verdad a ritmo discotequero (Busco un centro/de gravedad permanente/que no varíe lo que ahora pienso/de las cosas, de la gente) hasta El Animal, que a primera vista parece una canción de amor y en realidad es de un desamor brutal al separar el deseo del Yo espiritual de el del yo personal y animalizado en una de las más fascinantes descripciones musicales de la alquimia que he escuchado nunca (Y el animal que yo llevo dentro/no me ha dejado nunca ser feliz./Me roba todo, hasta el café./ Me vuelve esclavo de mis pasiones/ (…) dentro de mí, chispas de fuego/y el agua que lo apagará/si quieres ver cómo arde, espárcelo en el aire/o déjalo en la tierra).
Desde el descubrimiento de la futilidad de la vida corriente en Personalidad empírica (Cuando no coincide ya la imagen que tienes de ti/con la que realmente es,/ se comienza a detestar el proceso mecánico y sus comportamientos/ (…) Te entran ganas de buscar espacios que no has visto/para entrenar así a tu mente/a un nuevo estadio de conciencia) hasta la idea misma de la reencarnación en Mesopotamia (Yo también mirándome vivo desde milenios/y vengo recto de la alta cultura de los sumerios/ (…) Qué cosa quedará de mí, del tránsito terreno/de todas las impresiones que tengo en esta vida).
O el homenaje a grandes del Ocultismo con mayúscula, como Guenon en La Era del jabalí Blanco (Perfumes increíbles/en el aire de la tarde/estudiantes de Damasco/vestidos por igual./La sombra de mi identidad/ (…) Espero que retorne pronto la Era del Jabalí Blanco) y Gurjieff en Perspectiva Njevski (Estudiábamos cerrados en mi cuarto/con débil luz de velas y candiles de petróleo./Y cuando se trataba de hablar/esperábamos siempre con placer./Y mi maestro me enseñó/qué difícil es descubrir el alba dentro de las sombras).
El enamoramiento de la industria musical con su carácter independiente y rebeldón finalizó el día en el que publicó una canción que, sutilmente, le marginó de las listas de grandes éxitos dirigidas por los Amos del Cotarro. Al mismo tiempo, terminó de consagrarle para la inmensa minoría de sus seguidores, que nunca podremos olvidar las contundentes denuncias de Pobre patria (Los gobernantes: cuántos perfectos e inútiles bufones/en esta tierra que el dolor ha devastado.../¿Pero es que no sentís nada de pena/ante estos cuerpos tendidos sin vida?/ (…) ¿Y cómo excusarlos?/A las hienas en los estadios/y aquéllos de la prensa/chapoteando en el fango como cerdos./Yo me avergüenzo un poco y me hace daño/ver a los hombres como animales)
Medita todas las mañanas, quizá durante una hora, después de levantarse. Y por la noche, antes de acostarse, rezando probablemente La sombra de la luz (Defiéndeme/de las fuerzas contrarias/en el sueño nocturno/cuando no soy consciente/ (…) Recuérdame/ lo infeliz que me siento/lejos de todas Tus leyes/¿Cómo no malgastar el tempo que me queda?/Y no me dejes nunca más./No me dejes nunca más).
Tiene todo mi respeto.