Amílcar Barca, o Barcas (de barqä, "rayo" en lengua púnica) (~270 a. C. - 228 a. C.) fue un estadista y general cartaginés. Fue el fundador de la dinastía de los Bárcidas, padre de Aníbal, Asdrúbal, Adonibal y Magón; así como el constructor de los famosos jardines de Amílcar, que se encontraban en Megara, en la periferia de Cartago.
Se distinguió durante la Primera Guerra Púnica en 247 a. C., cuando aseguró el dominio de Sicilia, que hasta entonces había estado siempre en manos de Roma. Desembarcó por sorpresa al noroeste de la isla, con una pequeña tropa de mercenarios y se hizo fuerte en el monte Heirktê (Monte Pellegrino, cerca de Palermo). No sólo mantuvo la posición ante todos los ataques, sino que llevó sus incursiones hasta la costa del sur de Italia.
En 244 a. C. trasladó a su ejército a una posición similar en las laderas del monte Eryx (Monte San Giuliano), desde donde podía apoyar a las guarniciones asediadas en la vecina ciudad de Drépano (Trapani). Tras la derrota cartaginesa en las islas Egadas en 241 a. C., la fuerza invicta de Amílcar pudo salir de Sicilia sin someterse.
Esta derrota, que se imputó a los generales aristócratas cartagineses, provocó un gran descontento; en especial entre los mercenarios que deseaban cobrar su paga, aunque también entre los campesinos libios y entre aquellos ciudadanos a los que la crisis marina afectaba de modo directo. Ello ocasionó la rebelión de los mercenarios, que inspiraría siglos más tarde al novelista francés Gustave Flaubert como tema central de su novela Salambó.
Los mercenarios, esclavos fugitivos y campesinos empobrecidos, dirigidos por el líder libio Matho, el galo Autarito y el esclavo campano Spendios, asediaron Cartago y se apoderaron de algunas otras ciudades como Útica y Bizerta. Amílcar consiguió sacar sus barcos del puerto y, con una campaña de hostigamiento, condujo a los rebeldes hasta un valle desierto (el desfiladero de Scia), en donde los exterminó con la ayuda del príncipe númida Naravas llevado allí por su amigo Antígono el 237 a. C.
Después de este triunfo, Amílcar consiguió una enorme popularidad, y sus adversarios no pudieron negarle el puesto de comandante en jefe del ejército ni impedir que se convirtiera en el auténtico dueño de Cartago. Tras el reclutamiento y entrenamiento de un nuevo ejército tras algunas incursiones en Numidia, decidió lanzarse a una expedición sobre Iberia (236 a. C.). Allí esperaba iniciar un nuevo imperio que compensara a Cartago de la pérdida de Sicilia, Cerdeña y Córcega a manos de los romanos, y para establecer una base en su campaña de represalia contra éstos desde el propio territorio europeo, al no poder disponer ya de flota propia, desmantelada tras la firma de la paz.
A lo largo de ocho años de luchas y diplomacia, llegó a dominar un amplio territorio en Iberia, rico en recursos mineros, y a dirigir un ejército compuesto principalmente por belicosos y bien preparados iberos.
Su prematura muerte sucedió en el invierno de 229-228 a. C., durante el asedio de Héliké, ciudad cuyo emplazamiento hoy por hoy es desconocido, habiéndose especulado con Elche de la Sierra, la actual Elche, o algún punto de la actual Oretania, entre otros. Le sucedió al mando del ejército cartaginés su yerno Asdrúbal.
Amílcar superó a todos los cartagineses de su época tanto en capacidad militar y diplomacia como en patriotismo. Sólo llegaría a ser superado en todas estas virtudes por su hijo Aníbal al que se dice que educó en el odio hacia Roma y al que formó para que llegara a ser su sucesor.
Amílcar Barca fundó la actual Barcelona y algunos pueblos como Puig-reig o Serrateix, en Cataluña.
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