26.7.07

maletas

Hace algunas semanas viajé para realizar una entrevista de trabajo a Bologna, la verdad es que para mí el viajar se ha convertido en algo que en cierta manera es rutinario, sin embargo esta vez algo cambió. MI MALETA.
Mi maleta no llegó, es la primera vez que me pasa y la verdad es que la sensación de desamparo que se apoderó de mí durante aquellos momentos en los que veía girar la cinta transportadora y mi maleta no salía no se la doy a pasar a nadie.
La gente que me entrevistó fué muy comprensiva con la situación y la verdad es que todo fué mejor de lo que esperaba, hasta le saqué las telarañas a mi Italiano.
Una vez en el avión de vuelta, me puse a pensar en mi maleta, yo estaba volviendo a casa y mi maleta, con la que había recorrido el mundo se encontraba dando tumbos en nadie sabe donde, o peor aún, probablemente hubiera sido destripada por algún desalmado trabajador de aeropuerto. Siempre me he preguntado donde acaban todas estas maletas, estos pedacitos nuestros donde procuramos recoger algo de nuestra vida que nos acompañe allá donde vayamos, puede que exista un cementerio de maletas, donde reposen esperando a que llegue su dueño para que puedan cumplir su función.
Para mí mi maleta era mi compañera de viaje, había cuidado de ella durante años, la había reparado en alguna ocasión y me gustaba porque nunca me había dejado enfrentarme solo a todas aquellas eventualidades que habían surgido a lo largo de mis viajes. Ahora me siento un poco más solo, empiezo a comprender porqué hay gente que en los accidentes de aviación mueren al intentar salvar su maleta de entre las llamas. Al fin y al cabo, en muchos momentos dependes totalmente de ella y no la puedes dejar morir sola, ella tampoco te dejaría morir solo, es su función, el acompañarte en un viaje que no sabes si tendrá retorno.

No hay comentarios: