La semana pasada estuve en Dublín, bueno también estuve en la frontera con Irlanda del norte. Un viaje que empezó ya con mal pie, debido a los vientos de 80 kilómetros por hora que se manejaban en el aeropuerto de Dublin, podrán inmaginar el aterrizaje (no me hace falta subir a una montaña rusa para saber lo que se siente..).
En resumidas cuentas, me dirigí a mi hotel que se encontraba en una zona bastante céntrica de la ciudad, a dos pasos del Castillo y a unos diez minutos caminando de la calle o´Connell (la calle más ancha de Europa), centro de una ciudad que para ser una capital europea se me antojaba relativamente pequeña.
Los dos primeros días estuve muy liado haciendo la famosa visita a Irlanda del Norte (90 kilómetros de vacas y prados) y con alguna visita más que tenía que realizar en la misma ciudad, de modo que el último día me lo reservé para visitar la ciudad.
La última noche antes de partir hacia casa me dispuse a acostarme cuando empecé a escuchar unos ruidos extraños, primero me parecía que alguien estaba rascando la puerta.....teniendo en cuenta que me encontraba en el tercer piso del hotel completamente solo se me antojaba un poco preocupante que a las dos de la mañana alguien estuviera rascando mi puerta.
Me levanté, me vestí, abrí lapuerta y me dispuse a explorar el pasillo del tercer piso, por cierto el hotel era una guesthouse antgua, y no un hotel propiamente dicho, por lo que el suelo de madera, que crujía cada vez que lo pisaba no me ayudaba nada.
Exploré todo el piso, incluso bajé a recepción para ver si había alguien rondando por allí, al final desistí y me volví a acostar. A las dos horas de dar vueltas en la cama me volví a levantar, esta vez me daba la sensación de que todos los ruídos venían de la puerta del baño. Una vez más miré y no vi nada....entonces me senté en la bañera y pensé en lo vulnerables que somos los seres humanos en general. Había sido capaz de coger un avión irme a Irlanda, coger varios trenes, caminar más de seis horas para recorrerme Dublín yo solito y de pronto toda la seguridad que uno tiene en sí mismo desaparecía a pasos agigantados por unos simples ruídos que se podían deber al viento o a la madera que se hinchaba debido a la humedad ambiental.
Dejé de pensar en el fantasma de Michael Collins y me fuí a dormir, no creo que sea tan importante como para que Michael se levante a visitarme cuando visito Dublín.
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